La rue bermellón

Haces agua tu belleza cual capricho del destino la violencia hace su cara con tu cuerpo desvestido, come pan nuestra pereza enjaulada en el suplicio de morir sobre la cama de vivir en un delirio. Han pasado ciegos nuestros besos se han mofado de mi risa esa que tu cuerpo deja en el mio como herida. Aunque viejas desde tarde en la infancia de sus huesos mis vergüenzas son de carne como un cristo hecho de hierro, pero encuentro tan bonito deshacerme de lo muerto entre tu fragor de amante entre el fuego de tu templo. Han pasado ciegos nuestros besos se han mofado de mi risa esa que tu cuerpo deja en el mío como herida. (Abril 29 de 2011)

Cacique de Fuego, por J. Bermellón ¡Qué pesar! se escuchaba un galope, un caballo sin nombre vio a un color disfrazar al sueño aquel en que yo me quedaba despierto y unos pasos sin eco dan el compaz a un amor sin merecer. Ese que al galope jurabas, tu historia narraba a un solo latir. ¡Que pesar! desperté entre los besos los que llevabamos puestos al desnudar la verdad de fallecer sin dolor, sin mentira y sin miedo solo cruzados por fuego y por el amor de lo que ha de florecer. Eso que al galope juramos con sudor ahogamos a un solo latir. ¡Qué pesar! siempre muero en mis sueños pero reencarno de nuevo al caminar junto a ti a un solo latir.